Una tarde soñé que en la puerta de mi casa me esperaba un hermoso príncipe para dar un paseo. A pesar de no ser en carroza, se trataba de mi coche favorito, un precioso BMW plateado. Cuando me subí a su interior, vi al susodicho. Era aun más guapo que el que yo recordaba ver de pequeña en los cuentos. Era versión moderna: con un pendiente de aro en cada oreja, con un polo precioso blanco, con un pantalón pirata a la vez elegante que informal y unas Puma marrones ideales ( su vestimenta para ese momento es la que yo hubiese elegido si hubiese tenido oportunidad de ver su armario). Pero si tengo que destacar algo de ese instante, fue su mirada. Después el cubrió sus ojos con unas gafas de sol negras de última moda.
Juntos nos dirigimos al Kilkenny de Larraga. En un ambiente tranquilo, y en medio de una interesante conversación, sus labios buscaron a los míos. Mi reacción fue echarme para atrás, no lo esperaba ahí. Luego fui yo la que tomé la iniciativa. Fueron besos tímidos, pero bonitos. Al salir e ir para el coche, él me agarró por la cintura, eso me encantó. Por primera vez en la vida sentía esa protección por parte de un hombre que no fuese mi padre.
En todos los cuentos, las princesas pasean con su amado al lado de un lago, en el mío no podía ser menos. Nuestro paseo fue por la presa del pantano de Alloz. Cogidos de la mano, observando el agua, confesiones uno frente al otro, más besos... ( Pasado el tiempo, cuando se lo conté a una amiga, esta me dijo que no volvería a ese lugar, porque la presa presenta una ranura y existe peligro de que alguna vez se rompa. Yo le contesté que si en ese momento hubiese llegado mi hora, no me hubiese importado, porque en pocos momentos he vivido la paz, tranquilidad y felicidad que en esa tarde sentí).
Nuestro banquete no fue en un palacio, fue en el Hotel Irache. A mí no me entraba el sandwich, sería porque mi estómago estaba lleno de mariposas que revoloteaban cada vez que él cogía mi mano, movía mis anillos por mis dedos o me hacía una caricia. También esa era mi primera cena a solas con un chico. ¡ Cuántas primeras veces!.
Después de vuelta a casa, sus caricias a la vez que conducía, al igual que a lo largo de la tarde. Y esa forma de conducir, que me dejaba perpleja, como me gustaba ( con sus manos agarradas en el centro del volante, las curvas se convertían en rectas). Luego la despedida y un sms en el que me aseguraba que esa no iba a ser la única vez que estaríamos juntos.
De esta manera desperté de mi sueño, y ¿saben que es lo más bonito?, que fue real.
Aquel lunes 4 de Agosto del 2008 no lo olvidaré nunca
Esa despedida no tenía que haberse dado, porque ya nunca volvería a vivir esa sensación. Ya nada fue igual, al día siguiente él me hablaría de la existencia de su ex... pero ya era tarde, a mí me había gustado demasiado. Lo restante de la historia ya lo conocen.
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